miércoles, 7 de diciembre de 2011

Llámame.

“¿Por qué no te llamo cariño?”
Tú y tu terrible obstinación de no poner nunca puntuación en las oraciones, y dejarlas así, abiertas a todo tipo de interpretación.
Cómo te gustaba dejar que mi imaginación sacara conclusiones erróneas y que mi corazón se aburriera siempre de rebatirlas.
Qué fácil hubiera sido decirme:
“¿Por qué no te llamo, cariño?”
O simplemente decir:
“¿Por qué no te llamo cariño?
A la primera te hubiera contestado con un motivo fundamentado.
Mientras que si me hubieras preguntado “¿Por qué no te llamo cariño?”, podría haberte dicho:
Llámame cariño.
Llámame como quieras..
Pero llámame.
Nunca dejes de llamarme.

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