domingo, 20 de agosto de 2017

Primera persona


Creo que, en el amor, todo gira en torno a la primera persona. No en la primera persona del yo. Voy a tratar de explicarme.

Últimamente voy adquiriendo cada vez más consciencia de la cantidad de amor a la que me encuentro expuesta. Amor que no podría ser definido como “amor en primera persona” por no ser yo la protagonista. Pero amor que vivo en primera persona por tocarme tan de cerca.
Supongo que, en el momento del amor, sólo deseas que esa implosión de felicidad y belleza alcance a todo el que tienes cerca. Yo lo siento, lo vivo y lo hago mío cuando gente a la que amo se ve envuelta en esa nube a la que podríamos denominar al estado de enamoramiento. El enamoramiento no es necesariamente el momento en el que eres consciente de que estás enamorado, ni los cinco primeros años de relación, ni los dos primeros de matrimonio. Para mí, el estado de enamoramiento se hace presente a la vez que el estado de enajenación que acompaña a casi todo acto de amor absoluto.

De un tiempo a esta parte vengo dándome cuenta de que, sin ser yo protagonista de ninguna historia de amor, vivo muchas de las que más me tocan en primera persona. Me hago protagonista intrínseca en mi propia historia y no por el hecho de estar yo enamorada, ni por el de sentirme la más férrea creyente e incluso defensora de las historias de amor –el gran problema de la adicción a la lectura es que a veces llegas a creer que todo relato de ficción puede que una vez no lo fuera tanto–, sino por el hecho de saber el amor en los ojos de una persona amada.

El amor va más allá de la pareja. El amor existe en la amistad, en la familia. Existe. Que nadie nos diga nunca que eso no es amor “del de verdad”.


Y, como venía diciendo, de un tiempo a esta parte he llegado a la conclusión de que, en mis amigos, vivo el amor y el desamor como si me fuera propio. Me emociono, me siento bien, a veces incluso duele y duelo. En el amor de mis amigos, me enamoro yo también. Y llegará un día en el que –ojalá– sean ellos los que se enamoren también. Un día en el que mi historia les haga pensar en una historia de amor de novela y, cuando se den cuenta, sonrían como hoy sonrío yo por ellos sabiendo que, si un día escribo una novela (todas las novelas esconden alguna historia de amor), tendré que nombrarles en los agradecimientos por todas las historias de las que, a mis veinticinco años, estoy siendo protagonista en segunda, tercera y, sobre todo, primera persona. 



miércoles, 9 de septiembre de 2015

A la plancha.

Si quieres puedo seguir callada, como fingiendo que no percibo el brillo de tus ojos al mirarte a través de los míos, o que no me dí cuenta del estremecimiento de tu piel cuando mis dedos pasearon por tu brazo.

Si quieres puedo seguir haciéndome la sorda -y la tonta- y hacer como que no te he escuchado manifestar las ganas que tienes de comer me a la plancha o de comer a la plancha me, que nunca llega a ser lo mismo pero se puede comer igual.

Y, aunque tú no me lo hayas pedido, voy a hacerme la muda un ratito más, por si acaso tus oídos no están preparados para escuchar que tendría respuesta a todos tus anhelos.





jueves, 22 de enero de 2015

¿Ya no te duele?





Me han preguntado que si ya no dueles. Y no he sabido qué contestar.
Porque ya no sé si, cuando duele, eres tú quien me duele o es el recuerdo que tengo de ti lo que me hace daño. 
Y ya luego he empezado a filosofar sobre toda esa mierda drástica y caótica de la vida sin el amor y me he perdido en mis propias reflexiones volviendo otra vez a lo mismo. A ti. Como siempre. Como toda fuerza centrífuga o centrípeta que siempre acaba y empieza en el principio -que es también el fin-. Y vale, puede que esto último me lo haya inventado por completo. Pero no sé, como decía Ana María Matute, inventa la vida y vívela como quieras. Bueno, ella decía algo similar, así que dejemos esta reflexión como algo personal.
La cosa es que he seguido pensando en ésto y, de hecho, aún sigo haciéndolo. Y, joder! que sigo sin tener una respuesta. Pero lo que sí que tengo claro es que sigo sonriendo con tu sonrisa, y al pensarte, y al dibujar en mi recuerdo tu-mi cicatriz preferida. Y que te quiero. Sí, eso es sin duda lo que más claro tengo. 
Y que supongo que no tengo respuesta a esa pregunta, pero que estoy casi totalmente convencida de que una vez que se ama, luego siempre va a doler. Porque de algo roto siempre queda cicatriz y, aunque muchas cicatrices dejan de doler con el tiempo, al observarlas siempre rememoras el dolor. Pero, al final, el dolor siempre te recuerda las sonrisas pasadas. Y, hoy, yo pienso quedarme con eso. Porque verte sonreír, es siempre una imagen preciosa a la que no me canso nunca de volver.

sábado, 20 de diciembre de 2014

Lo que queda de mí cuando nos dejo.

Antes de ti, el otoño sólo era un montón de hojas marrones que los niños patean casualmente por la calle.

Cada vez que cojo un papel para pintarte, se me desgastan todos los trazos. Te desdibujo. Nos borro cada vez un poco más.

Nunca he sido objeto potencial de la Escuela de Letras, pero tampoco he sido nunca una chica de números.
Fiel admiradora de todo resquicio de arte que tropiece en mi camino. De lágrima fácil y corazón abierto. Leo, crezco y absorbo. Pero no transpiro.

No sé si me sigues.

Todo este desastre que ves, es lo que soy desde que he dejado de escribir. No hablo de ESCRIBIR, ni siquiera de Escribir. Yo únicamente escribo. Sólo soy de perderme entre palabras que pocas veces acaban en el corazón deseado.

Si pudiera concentrar en un solo escrito la mitad de todo lo que he sentido entre literaturas y literatos.. no sé, probablemente sería una poeta en obras. De las que se cierran para que el público sólo pueda apreciar la belleza de la obra finalizada.

Porque así soy yo. Una chica sin finales. A veces sin sentido.
Las oraciones extensas y de sentido completo escapan siempre de mi control. No existen después de ti. Formo un barullo de palabras que no dicen nada juntas, pero que en mi cabeza siguen un orden estratégicamente marcado. Y lógico, claro. Sin puzzles. Una única pieza que no encaja con ninguna otra.
La estrella oculta al ojo de todo observador del cielo.

Es extraño que hable de ti sin hablar de nadie y que, al final, siempre termine hablando de mí.
Quizá soy principio y fin.

Y, ¿no ves?
Otra vez este puto sin sentido.


domingo, 8 de septiembre de 2013

Rendición.

Supongo que habrá que rendirse al amor,
o al desamor.
Cerrar puertas y ventanas,
o abrirlas
sin llegar nunca a diferenciar si entras,
o sales,
porque ya no hay bisagras.

Supongo que habrá que agachar la cabeza,
hacer enmudecer al corazón.
Y si llega el día en que tú vuelves,
pueda dejar de escribirte canciones
y empezar a pintar sonrisas en cada muro

y te quieros en todos los lugares que visites.

viernes, 28 de junio de 2013

And so it is.

Era de noche.
Conducíamos con rumbo a cualquier faro que diera reflejo a nuestras manos unidas.
Sonreíamos. Sonreías. Porque nadie sonríe como tú cuando cambia de marcha.
No podía apartar mis ojos de ti.
La música sonaba. Y tú me contabas la historia de un músico, una profesora de flauta y su hija. O de una flauta profesora de música que tenía una hija..
Yo qué se. No recuerdo tan bien la historia como tu sonrisa.

http://www.youtube.com/watch?v=5YXVMCHG-Nk

martes, 16 de abril de 2013

Decías.


Tenías turno los martes y los jueves,
limpiando estrellas,
decías.

Que me había convertido en tu palabra preferida,
pero no sabías cómo nombrarme.

Decías que sólo poseías palabras que se escapaban,
y que las veías huir.
Y tú,
mientras,
corrías detrás
pero nunca llegabas a tiempo.

No sonrío bonito, -decías -
sonrío, y ya.
Y no sabías que tu sonrisa
hacía naufragar barcos de papel mercantes de palabras.

Que no tenías hueco en mi historia,
- y yo tiré paredes para ti.

Escondías una sonrisa sin final
detrás de unos ojos
que sólo sabían mirar con tristeza.

Decías que nadie se merecía sufrirte,
y huías "porque era lo mejor",
rehusando el derecho a réplica.
-Nadie te enseñó,
entonces,
que huir sin decir adiós,
es aún peor que irse con un beso en la mejilla.-

Decías, como Guido le dijo a Dora,
que sólo si enloquecieras podrías haberme dicho
que hubieras hecho el amor conmigo,
delante de mi casa,
todos los días, durante el resto de tu vida.

Y aquella otra vez, dijiste:
  
"Sepa usted, allá donde esté,
juega conmigo, empieza mi turno.
Buenas noches."

Y me dejaste buscando estrellas emergentes cada noche de martes y jueves.