sábado, 20 de diciembre de 2014

Lo que queda de mí cuando nos dejo.

Antes de ti, el otoño sólo era un montón de hojas marrones que los niños patean casualmente por la calle.

Cada vez que cojo un papel para pintarte, se me desgastan todos los trazos. Te desdibujo. Nos borro cada vez un poco más.

Nunca he sido objeto potencial de la Escuela de Letras, pero tampoco he sido nunca una chica de números.
Fiel admiradora de todo resquicio de arte que tropiece en mi camino. De lágrima fácil y corazón abierto. Leo, crezco y absorbo. Pero no transpiro.

No sé si me sigues.

Todo este desastre que ves, es lo que soy desde que he dejado de escribir. No hablo de ESCRIBIR, ni siquiera de Escribir. Yo únicamente escribo. Sólo soy de perderme entre palabras que pocas veces acaban en el corazón deseado.

Si pudiera concentrar en un solo escrito la mitad de todo lo que he sentido entre literaturas y literatos.. no sé, probablemente sería una poeta en obras. De las que se cierran para que el público sólo pueda apreciar la belleza de la obra finalizada.

Porque así soy yo. Una chica sin finales. A veces sin sentido.
Las oraciones extensas y de sentido completo escapan siempre de mi control. No existen después de ti. Formo un barullo de palabras que no dicen nada juntas, pero que en mi cabeza siguen un orden estratégicamente marcado. Y lógico, claro. Sin puzzles. Una única pieza que no encaja con ninguna otra.
La estrella oculta al ojo de todo observador del cielo.

Es extraño que hable de ti sin hablar de nadie y que, al final, siempre termine hablando de mí.
Quizá soy principio y fin.

Y, ¿no ves?
Otra vez este puto sin sentido.