miércoles, 9 de septiembre de 2015

A la plancha.

Si quieres puedo seguir callada, como fingiendo que no percibo el brillo de tus ojos al mirarte a través de los míos, o que no me dí cuenta del estremecimiento de tu piel cuando mis dedos pasearon por tu brazo.

Si quieres puedo seguir haciéndome la sorda -y la tonta- y hacer como que no te he escuchado manifestar las ganas que tienes de comer me a la plancha o de comer a la plancha me, que nunca llega a ser lo mismo pero se puede comer igual.

Y, aunque tú no me lo hayas pedido, voy a hacerme la muda un ratito más, por si acaso tus oídos no están preparados para escuchar que tendría respuesta a todos tus anhelos.





jueves, 22 de enero de 2015

¿Ya no te duele?





Me han preguntado que si ya no dueles. Y no he sabido qué contestar.
Porque ya no sé si, cuando duele, eres tú quien me duele o es el recuerdo que tengo de ti lo que me hace daño. 
Y ya luego he empezado a filosofar sobre toda esa mierda drástica y caótica de la vida sin el amor y me he perdido en mis propias reflexiones volviendo otra vez a lo mismo. A ti. Como siempre. Como toda fuerza centrífuga o centrípeta que siempre acaba y empieza en el principio -que es también el fin-. Y vale, puede que esto último me lo haya inventado por completo. Pero no sé, como decía Ana María Matute, inventa la vida y vívela como quieras. Bueno, ella decía algo similar, así que dejemos esta reflexión como algo personal.
La cosa es que he seguido pensando en ésto y, de hecho, aún sigo haciéndolo. Y, joder! que sigo sin tener una respuesta. Pero lo que sí que tengo claro es que sigo sonriendo con tu sonrisa, y al pensarte, y al dibujar en mi recuerdo tu-mi cicatriz preferida. Y que te quiero. Sí, eso es sin duda lo que más claro tengo. 
Y que supongo que no tengo respuesta a esa pregunta, pero que estoy casi totalmente convencida de que una vez que se ama, luego siempre va a doler. Porque de algo roto siempre queda cicatriz y, aunque muchas cicatrices dejan de doler con el tiempo, al observarlas siempre rememoras el dolor. Pero, al final, el dolor siempre te recuerda las sonrisas pasadas. Y, hoy, yo pienso quedarme con eso. Porque verte sonreír, es siempre una imagen preciosa a la que no me canso nunca de volver.