martes, 7 de febrero de 2012

Toxicidad crónica.

Tienes cara de hacer ruido.
Te encuentro, a veces, intentando salvar al oboe de la soledad de un cuarteto de traveseras.
Te llenas de acordes mientras te espero en el segundo anfiteatro.
Tus pies han focalizado las olas del mar y caminas sobre las crestas de las olas.
Sólo existe ruido desde que estás tú.
Mis ojos sólo escuchan los golpes de tu guitarra, mis labios recuperan cada una de tus notas que se lleva el aire.
Mis manos sólo leen lo que escribes tú y mi corazón sólo se llena del aire que le robas al respirar.
No sé cuál será el nivel de toxicidad que le has aplicado a tu ruido. Pero lo que sí que tengo claro es que a mí me tienes intoxicadita perdida.

Yo lo llamo toxicidad crónica.

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