Antes de ti, el otoño sólo era un
montón de hojas marrones que los niños patean casualmente por la calle.
Cada vez que cojo un papel para
pintarte, se me desgastan todos los trazos. Te desdibujo. Nos borro cada vez un
poco más.
Nunca he sido objeto potencial de
la Escuela de Letras, pero tampoco he sido nunca una chica de números.
Fiel admiradora de todo resquicio
de arte que tropiece en mi camino. De lágrima fácil y corazón abierto. Leo,
crezco y absorbo. Pero no transpiro.
No sé si me sigues.
Todo este desastre que ves, es lo
que soy desde que he dejado de escribir. No hablo de ESCRIBIR, ni siquiera de
Escribir. Yo únicamente escribo. Sólo soy de perderme entre palabras que pocas veces
acaban en el corazón deseado.
Si pudiera concentrar en un solo escrito
la mitad de todo lo que he sentido entre literaturas y literatos.. no sé,
probablemente sería una poeta en obras. De las que se cierran para que el
público sólo pueda apreciar la belleza de la obra finalizada.
Porque así soy yo. Una chica sin
finales. A veces sin sentido.
Las oraciones extensas y de
sentido completo escapan siempre de mi control. No existen después de ti. Formo un barullo de palabras que
no dicen nada juntas, pero que en mi cabeza siguen un orden estratégicamente
marcado. Y lógico, claro. Sin puzzles. Una única pieza que no encaja con
ninguna otra.
La estrella oculta al ojo de todo
observador del cielo.
Es extraño que hable de ti sin
hablar de nadie y que, al final, siempre termine hablando de mí.
Quizá soy principio y fin.
Y, ¿no ves?
Otra vez este puto sin sentido.